Como estamos aprendiendo en estos días, la educación
no es una labor exclusiva de las escuelas o de los profesores, sino que también
es una tarea de la sociedad y las familias, en general. Por eso, la
participación activa de personal ajeno al sistema educativo puede enriquecer la
educación. De este modo, si algo no funciona puede modificarse por parte de
todos y si algo resulta exitoso será gracias al esfuerzo y cooperación del
resto de implicados. En este sentido, la sociedad y el sistema educativo han
ido avanzando paulatinamente hasta alcanzar la participación de los
involucrados en la educación, mediante la formación del Consejo Escolar, por
ejemplo. El consejo escolar está formado por representantes del sistema
educativo (profesores, alumnos y director), del servicio de mantenimiento y
limpieza del centro, padres o tutores, y, si el centro lo considera
necesario, la asistencia (sin voto) de
algún representante del ayuntamiento. Entre todas estas opiniones, se puede
establecer un plan de participación realista, de tal modo, que los alumnos
sientan que su educación es fundamental para las demás personas. Así, conseguiremos que los mismos alumnos se
contagien de esa iniciativa a nivel local y más responsables en su propia educación.
Para fomentar la participación familiar, el centro
debe realizar reuniones periódicas con los padres de sus alumnos e ir
informándoles de cualquier incidente. Gracias a los avances tecnológicos, la
comunicación con los padres puede ser más rápida y eficiente que años
anteriores, cuando la única vía de comunicación era la oral o la escrita
mediante correo ordinario. Actualmente, los padres pueden estar informados
mediante plataformas virtuales, aplicaciones de móviles, correos electrónicos,
etc. Todas estas posibilidades les abren la puerta a la participación activa en
la educación escolar de sus hijos y en la visión objetiva de lo que sucede en
las aulas, es decir, obtienen la información que sus hijos les dan y la que
reciben del profesor y del centro. Así, es más probable que no fallen en su
decisión de actuación.
La participación por parte del alumnado en su propio
sistema de enseñanza y aprendizaje supone un proceso mucho más lento y
laborioso, puesto que para él la participación en clase y en casa no es algo
opcional ni beneficioso sino impuesto y perjudicial. Por supuesto, estoy
hablando de la educación secundaria, sin ahondar en la educación escolar de
primaria, donde los niños aun conservan su afán de curiosidad. Sin embargo, es
evidente que la participación de los alumnos, sobre todo adolescentes, es una
mejora en su desarrollo personal. Consideró que la mejor posibilidad para
conseguirlo es desprestigiar ese valor negativo que para ellos tiene la
participación en todo lo escolar y en el hogar. El mayor problema es que en
esta etapa, la influencia de los iguales y de su entorno de amistades es muy
importante, por lo que no debemos centrar este cambio en cada individuo sino
fomentar la participación colectiva. De esta manera, verán cuán trascendental
es participar en la vida cotidiana y lo harán con buenas expectativas. Para
ello, no creo que haya mejor manera que “predicar con el ejemplo”.
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